Una noche de invierno en el pueblo, estábamos mis amigos y yo aburridos sin saber qué hacer.
Yo personalmente estaba un poco decaído ya que mi abuela, con la cual me había criado había muerto un par de semanas antes.
Por hacer algo distinto, algo de miedo, uno de los chicos propuso hacer una clase de espiritismo o algo similar.
Entonces me acorde que mi abuela guardaba en uno de los armarios una ouija, la cual había heredado de sus padres, a los que llego a sus manos cuando se empezaron a vender como un simple e inofensivo juego de mesa.
Justo después de decirlo ya me estaba arrepintiendo.
Tendríamos que ir a casa de mi abuela, la cual permanecía cerrada desde su muerte ya que mi madre aún no había sido capaz de ir a recoger las cosas.
Al final nos dirigimos hacia allí.
De camino pensé que quizás podría hablar con mi abuela, la echaba tanto de menos.
Después de preparar todo nos dispusimos a jugar, algo de lo que siempre me arrepentiría.
La noche era fría en el ambiente se notaba una extraña sensación, no sé definirlo con palabras.
La sesión comienza entre risas, mis amigos y yo no somos conscientes de lo que puede suceder.
De repente cayó un rayo que ilumino toda la habitación oscura, seguido de un trueno que estremeció hasta el último de mis huesos.
Asustados por el rayo mis amigos se quedaron en silencio como yo.
De repente el puntero de la ouija comenzó a moverse.
Preguntamos al unisonó quien era, pero no respondió.
El puntero se movía sin cesar de un lado para otro.
Sin formar palabras.
Al final paro, y lentamente formo las siguientes palabras.
Estoy yendo a por vosotros.
Y llamaron a la puerta.
Pero nadie se atrevió abrirla.
Oímos la voz de quien llamaba, era una mujer.
Estaba en el pasillo, gritaba por entrar en la habitación.
El cerrojo estaba echado, no podía entrar, pero parecía que iba a tirar la puerta abajo.
La mujer gritaba desesperada, la puerta iba a caer.
Muertos de miedo empujamos la cama a la puerta para atrancarla.
La mujer cada vez más desesperada gritaba mi nombre.
Yo tuve el impulso de abrir la puerta, pero me contuve.
Esos gritos eran desesperados y entonces me di cuenta, era la voz de mi abuela. No podía explicar cómo era posible.
Me lance abrir la puerta, tenía que verla, quería verla.
Pero mis amigos me agarraron y me lo impidieron.
Los gritos cesaron.
Una de mis amigas tuvo un ataque de nervios, nos acercamos a consolarla.
Pero una voz grave y fuerte salió de ella diciendo que nos acercaremos.
Nos quedamos paralizados.
La mujer del pasillo comenzó a gritar de nuevo.
“Os lo advertí y no hicisteis caso y ahora moriréis”.
Mi amiga comenzó a moverse de un lado a otro, diciendo que nos mataría.
Intentábamos abrir la puerta, pero no pudimos.
Los gritos volvieron a cesar.
Conseguimos finalmente abrir la puerta, yo salí primero.
Pero se cerró violentamente detrás de mí.
Entonces escuche los gritos de mis amigos aterrorizados.
Histéricos pidiendo socorro.
Dando patadas a la puerta para abrirla.
Escribo mi historia 45 años después de que ocurriera.
Acabo de salir de la cárcel.
Culpado por el asesinato de mis amigos.
A los que encontré muertos.
Cuando conseguía abrir la puerta.
A.MIRALLES.
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