MARIPOSAS NEGRAS
Unas grandes y extrañas mariposas negras revoloteaban sobre mi cara.
El suave aleteo y el roce sobre mi piel me despertaron de la inconsciencia.
Sentía una presión en el pecho que me hacia casi imposible respirar, tenia el cinturón incrustado, la sangre que brotaba de mi cabeza buscaba entre mis cabellos el camino para llegar al techo del coche.
No conseguía recordar que había pasado, intente moverme y un latigazo subió desde las piernas, pasando por la columna hasta mi nuca.
Conseguí soltarme y encontrar la hebilla del cinturón para accionarla, caí sobre sobre miles de cristales que se clavaron en mi espalda como finas agujas.
Arrastrándome salí por la ventanilla, me separe unos metros para poder ver en totalidad lo que suponía una estampa terrorífica.
El coche estaba volcado en mitad de una carretera secundaria, sin ningún tipo de iluminación la niebla era la que dominaba el lugar.
¿que había pasado?, ¿volvía a casa?.
poco a poco mi mente empezó aclararse.
Venia de la ciudad, lo recuerdo, ¿pero de donde?.
¿un cumpleaños?, si, de una amiga de mi hija.
¡ostias!, ¡mi hija!.
Entonces oí una voz que salia de dentro del vehículo.
—¡papa!, ¡ayúdame por favor!.
Me he debido quedar dormido unas décimas de segundo.
—¡cariño!, ¡ya voy resiste!, —le conteste—.
Las piernas aun no me respondían, me arrastre hasta la parte trasera del coche y allí estaba ella, aun enganchada en su sillita.
La imagen de mi hija allí indefensa, dolorida, luchando por sobrevivir,me dieron ganas de gritar de rabia y dolor.
No hay dolor mas fuerte que ver a un hijo sufrir y no saber como ayudarle.
Las mismas mariposas negras que me despertaron estaban ahora custodiando a mi niña, parecía que quisieran tenerla despierta, que no cerrar los ojos.
—papa tengo mucho frió y no puedo moverme, —me dijo—.
—tranquila cariño te sacare de ahí,—le dije—.
—no, tu solo no podrás, ve a pedir ayuda, —dijo mi hija—.
Pero no podía dejarla así, me oponía totalmente.
—si puedo cielo, —le dije—.
—si de verdad me quieres por favor ve a pedir ayuda, —me contesto—.
En el fondo sabia que yo solo no podría y que después necesitaría asistencia.
Las lágrimas recorrían mis pómulos como un pequeño riachuelo, tenia que dejarla allí solo y atrapada, indefensa.
—no tardare mi niña, te lo prometo, —le dije—. tu no cierres los ojos.
—de acuerdo papa aguantare, —me susurro ya que su voz era cada vez menos intensa—. no te olvides que te quiero mucho papa.
Dios, esas palabras me atravesaron de lado a lado mi alma, parecía se despidiera, tan consciente en medio de su inconsciencia.
No iba a permitir que esta fuera una despedida.
—y yo mi vida, nunca lo olvides tampoco, voy por ayuda, —le dije entre sollozos—.
Intente buscar el móvil en un intento de no tener que irme y quedarme con ella, pero fue imposible no lo encontrare, a saber donde habría acabado en el accidente.
Mire a mi alrededor intentando tomar referencia de donde me hallaba, el humo se mezclaba con la niebla y era difícil ver a mas de dos o tres metros.
Al andar los primeros metros vi un cartel a un lado que decía km66, ya tenia localizado el lugar para mandar ayuda.
Después de unos quince minutos caminando vi una luz en el horizonte que intentaba abrirse camino entre la niebla.
La luz se fue dividiendo en dos y aumentando su intensidad.
Eran unos faros, un coche venia hacia mi.
Empecé hacer aspavientos con los brazos en medio de la carretera intentando llamar su atención.
El coche disminuyo su velocidad y tuve que echarme a un lado para que no me atropellara.
¿es que no me ve?, sera por la niebla, pensé.
Solo pude ver que era negro con las lunas delanteras tintadas y su matricula decía 2323-FWM.
¡joder!, ¡no ha parado!.
Proseguí mi camino, solo podía pensar en mi hija, lo que estaría sufriendo.
Suplicaba y mal decía al mismo tiempo a quien tuviera en sus manos el destino de esa pequeña personita, ¡llévame a mi!, ¡a ella no!.
Unos minutos después aparecieron por mi espalda unas luces, eran las mismas que antes.
Me quede a un lado, dando por echo que no pararía.
El miedo y la confusión exploto en mi cuerpo cuando paso por mi lado, en la parte de atrás estaba mi hija golpeando el cristal y gritando.
—¡no dejes que me lleven papa!, ¡sálvame por favor!, —decía mi hija muy asustada—.
¡mierda!, quien se lleva a mi hija?.
Acelere mis pasos intentando seguir el coche pero fue imposible, se perdió en la oscuridad.
Cuando ya mis fuerzas se desmoronaban y creía que iba a desmayar, vi unas luces en la lejanía, eran intermitentes y aumentaban su intensidad, empecé a distinguir colores, rojo,blanco,azul.
Mire a mi lado, km66.
Mes desplome.
—lo tenemos de vuelta, —oi en la voz de una mujer—, sube la intensidad, intentemos una vez mas, uno,dos,tres.
Un chute de electricidad entro por mi pecho, recorrió todos los rincones de mi cuerpo y activo todos mis sentidos.
Mis ojos se abrieron de par en par.
estaba en una camilla, mi cuerpo se conexiono con mi cerebro y me dolió hasta el ultimo rincón de este.
Un gotero enganchado a mi brazo y una mascarilla de oxigeno en mi cara me mantenían mas aquí que allí.
Pero el dolor mas intenso era la pena que invadía mi corazón.
—gracias a dios, a el lo hemos podido salvar, —dijo la voz de antes—. pero la pobre niña, por lo menos no ha sufrido ha muerto en el acto.
¿muerta?, ¿mi hija?, ¡imposible!, ¡esta viva!.
He hablado con ella, le he prometido que iba por ayuda, solo se la han llevado.
Ladee mi cabeza un poco y vi mi coche boca bajo, humeando, los cristales inundaban toda la carretera.
La sangre se mezclaba con los líquidos expulsados por el vehículo.
Mi mente era reacia admitir que allí viajábamos mi hija y yo.
Al lado había otro coche, ¿el que me cruce por la carretera?.
Matricula 2323-FWM.
Era un coche fúnebre.
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