Llevábamos casados casi un año y las cosas no podían ir mejor.
Teníamos una casa propia, trabajos geniales, dos coches y dinero suficiente para nuestros vicios, sin tener que pensar en fin de mes.
Habíamos pensando en comprar un perro o cualquier otro tipo de mascota, como preámbulo a la posibilidad de tener hijos, aunque no estaba en nuestro futuro más cercano.
Pero la vida dio un giro no esperado.
Una mañana, mi esposa recibió una llamada de la policía informándole que
sus padres habían muerto en un accidente de tráfico.
Nunca la había visto tan triste, era una mujer siempre alegre y positiva.
Fueron unos días muy duros, después del velatorio y el funeral, llegaron los crudos trámites
legales de los que nadie nunca quiere hablar después de una muerte.
Cuando repasamos el testamento, descubrimos que sus padres tenían mucho mas de lo que nos podíamos imaginar, que ya era muchísimo.
Entre las diversas empresas, acciones, dinero en cuentas e inmuebles había algo que a mi mujer le dejo un poco sorprendida y yo no entendía por qué.
Le habían dejado una hacienda al sur de unos 8000 metros cuadrados, tenía lago propio con embarcadero, bastas extensiones de naturaleza y la casa en si era de corte antiguo, aunque totalmente reformada, pero manteniendo su esencia.
Estaba valorada en más de dos millones de euros, como poco.
Cuando le pregunte su reacción me dijo que era la casa en la que nació y se crió los primeros años de su vida, creía que sus padres se habían desecho de ella, después de mudarse por distintos problemas familiares.
No me dijo mas y tampoco quise incidir en esa parte de su historia, parecía incomodada.
Lo que si estuvimos de acuerdo era en que seria un buen hogar para nosotros y nuestra posible futura familia.
Comenzamos a mudarnos lo más pronto posible.
Vendimos nuestra casa vieja, incluso los coches ya que su padre era un fanático de estos artilugios y eran varios y de distintos modelos los que tenía en su haber.
Aceptamos amablemente todas las pertenencias.
Pero al poco tiempo surgió un problema.
La casa era muy grande, Incluso estando los dos se hacía difícil el comunicarnos como estuviéramos cada uno en un extremo.
Además tenia los típicos ruidos de esos caserones, todo resonaba, suelos, paredes, tuberías …
pero al final le agarramos cariño al viejo mastodonte. O al menos eso
fue lo que le dije a mi esposa.
Mi esposa trabajaba hasta tarde cada día de semana, aunque no lo necesitábamos ella no quería dejar de trabajar, algo que entendía porque yo tampoco quería, deseábamos sentirnos activos.
Pero sus turnos eran siempre de cuatro de la tarde a media noche, eso si se lo recriminaba, ya podía cambiar eso y estar más juntos.
Bueno el caso es que yo pasaba muchas horas en casa solo y había algo desconcertante sobre el lugar.
Creo que yo solo me obsesionaba, oía ruidos que no había, chirridos de puertas que no se movían, sensación de que me miraban cuando no había nadie y cambios de temperatura repentinos.
Realmente la odiaba.
Intentaba estar ocupado y entretenido así que leía con frecuencia o escribía, y a veces preparaba algún cigarrito de la risa y me sumergía en una película.
Y esta fue una de esas noches.
Me preparé una cerveza, lié mi cigarrito y empecé una película.
Era un viernes y apenas eran las ocho de la noche, así que tenía por delante más de cuatro horas hasta que mi esposa regresara.
Hacia mitad de película y después de tres cervezas y dos cigarritos de la risa escuche unos ruidos en la primera planta.
Juro que pensé que era la casa jugándome malas pasadas, como lo había hecho
tantas veces antes y con los efectos del alcohol y la maría se acentuaban.
Traté de ignorarlo.
Pero entonces escuché un portazo.
Me levanté rápidamente y fui a la planta baja.
Mi corazón se paralizó cuando vi el resplandor de la luz de la cocina, que sabía que
había dejado apagada.
Me acerqué progresivamente a la gran entrada que conducía a la cocina., podía oír movimiento. Y una sensación sobre cogedora de terror se filtró en mi cuerpo cuando finalmente me asomé por un lado de la pared.
Era mi esposa.
—¡Mecaguen la puta, cariño! —le grité, medio bromeando—.
Ella dio un brinco, sobresaltada por mi presencia.
—¡Ay, Dios!, ¡No me asustes así!, —me contesto—.
—¡¿Que no te asuste?!, —le dije—, pensaba que me iba a morir. ¿No se te ocurrió
hablarme para saludar o algo?, ¿Y por qué estás en casa tan temprano?, ¿no sabes llamar para avisarme?.
—he pensado en salir hacerle una cena romántica a mi maridito, —me dijo cariñosamente con cara picarona—.
Me pareció extraño. Nunca había llegado a casa temprano pero su intención me pareció de lo más seductora.
Le pregunté qué iba a preparar, a lo cual respondió, con emoción, —un pollo muy especial—.
—Oh, vaya, que bueno. ¿Necesitas ayuda?, —le dije—.
Se dio la vuelta con un cuchillo en su mano mientras sacaba el pollo.
Me sonrió y dijo que no, lentamente, me apuntó con el cuchillo al rostro y
declaró, con ojos lujuriosos, —Esta es tu noche. Te prepararé la cena y
quizá después me deje hacer otras muchas cosas y entonces me ayudes—. Me sonrió de
nuevo.
Me mordí el labio y la observé mientras seguía preparando la comida.
Mi mujer no era mucho de esas insinuaciones, más bien poco, aunque luego en la intimidad era puro fuego la verdad es que la provocación antes no era su fuerte.
Así que, entre las cervezas, los cigarritos y sus actos me deje llevar, me acerque a ella y le agarré el trasero y le dije que iba a ver el resto de mi película porque si no no le dejaría terminar la cena.
Echando leña a esa hoguera que ella había encendido.
Subí las escaleras y me tumbe en el sofá y continúe la peli.
Una media hora después, mi esposa entró a la habitación.
—La cena está lista, — fue lo único que dijo antes de salir lentamente—.
Bajé minutos más tarde, encontrándome con la cena desplegada atractivamente.
La mesa era digna de una velada super intima, con visos de terminar en mucho más, se veía asombrosa.
—Por Dios, te luciste, —dije asombrado—, Tengo que hacer una foto para recordarlo mas a menudo.
Me hurgué los bolsillos y noté que había dejado mi teléfono arriba.
Subí rápidamente y no pude encontrarlo por ninguna parte, estaría entre alguno de los rincones del sofá o yo que se donde.
Fui al principio de las escaleras y grité:
—¿Puedes llamar a mi teléfono cariño? —.
Ella esbozo una sonrisa que pude oír desde arriba.
—Nooo, vas a tener que esforzarte por esa foto, —contesto—. Venga se está enfriando la cena.
Seguí buscando por unos tres minutos hasta que lo escuché vibrar.
Lo encontré en el suelo, bajo una de los cojines.
Era mi esposa que se había dignado a llamar.
—Al fin —dije y colgué—, mientras me ponía de pie para ir a la planta baja.
El teléfono vibró de nuevo.
Mi esposa, de nuevo.
—¿Qué quieres? —contesté—. Ya bajo.
—¿Disculpa? ¿Qué fue ese «al fin»? ¿Y qué quieres decir con ya bajo?, —replico mi mujer—, ¿Por qué están tan grosero?
—No querías llamar a mi teléfono, —le conteste—.
—¿Perdona?, —dijo con voz asombrada—, ¿Cómo que no quería llamarte?, ¿acaso me has dicho te llamara?, ¿es que no puedo llamarte cuando quiera yo?, estoy en el trabajo, tengo cosas que hacer y llegare más tarde.
Un escalofrío recorrió mi médula espinal.
—¿Qué acabas de decir?, —le dije tartamudeando—.
—Dije que estoy ocupada, —volvió a repetir—, aún me queda una hora de trabajo y solo te
llamaba para decirte que te extraño, pero tenías que contestar como un cretino.
—Así que estás diciendo que no estás en casa, en la cocina —repliqué—.
ahora mi tono era bajo y tembloroso.
—jaja, —no estoy en la cocina, contesto—, que clase de tonterías son esas sonrió.
—No, no, —la interrumpí—, Te digo que hay alguien aquí que es igual que tú, pensé que habías llegado temprano.
Tragué saliva esperando su reacción y deseando me dijera que todo era una broma.
—¡Cariño!, —dijo con voz apresurada—, enciérrate en una de las habitaciones y busca algo que puedas usar como arma, voy a llamar a la policía.
—Cariño, ¿qué mierda está pasando?, ¿Quién es?, —exigí me aclarara—,
El miedo fluía de mi voz.
—Es mi hermana gemela, —contesto—.
—¿Tu hermana gemela?, ¿Qué cojones me estas contando?, —le dije entre asombrado y cabreado por no saber nada—.
Mi esposa nunca me contó de su hermana gemela.
Al parecer, había estado entrando y saliendo de prisión y hospitales psiquiátricos toda su vida, acusada de altercados, agresiones incluso asesinatos.
Su familia la había desheredado y era como si estuviera muerta.
De repente sonó la puerta.
—¿cariño estas bien?, se está enfriando la cena y el postre, jajaja, —dijo la supuesta hermana con voz tétrica—.
—¡vete!, ¡se quien eres!, ¡he llamado a la policía!, —le dije con voz temblorosa.
—no debiste hacerlo, —me contesto con voz nada cariñosa—, esta es mi casa y he venido a reclamarla.
Empezó a golpear la puerta hasta que la punta del cuchillo de cocina atravesó esta.
…
¿COMO ACABARA LA HISTORIA?, LO DEJO A VUESTRA ELECCIÓN, JAJAJA.
SI QUERÉIS DEJAR EN COMENTARIOS VUESTRA OPINIÓN, YO OS DEJO ALGUNA POSIBILIDAD.
- · LO ASESINA ANTES DE QUE LA POLICÍA PUEDA LLEGAR.
- · SALE HUYENDO SABIENDO QUE LE HAN DESCUBIERTO.
- · ESPERA A QUE LLEGUE LA HERMANA Y LA ASESINA DELANTE DE EL.
- · ACCEDE ABRIR Y BAJA A CENAR AMISTOSAMENTE Y ESPERAN A LA HERMANA PARA SER UNA FAMILIA FELIZ.
JAJAJA
A mi parecer ,espera a que llegue la hermana,que llegará antes que la policía, y la mata delante de él, dado los antecedentes..
ResponderEliminarComo el marido pasa tantas horas solo se alia con la hermana y como la mujer llega antes que la policia la asesinan y acaban juntos marido y hermana.
ResponderEliminarAl igual que la mujer tenia ese secreto guardado el marido tenia un secreto aun mas guardado.....
Conocio a su hermana en la carcel.. .
Jajaja buenisimo, ni se me habia ocurrido, fantastico.
ResponderEliminar