LA CHISPA ADECUADA (audio incluido)




El humo inundaba mis pulmones y la respiración se antojaba complicada.
Las pulsaciones se aceleraban y el pecho parecía me iba a estallar.
El fuego me estaba abrasando, comenzaba a traspasar el traje y ya lo sentía dentro de mí. la sangre estaba comenzando a hervir y un fuerte dolor de cabeza me martilleaba.
Riiing, riiing,riiing. el sonido del despertador me despierta sobresaltado, totalmente empapado en sudor y con la respiración acelerada.
Es la primera vez que me alegraba de oír ese maldito sonido.
Había pasado toda la noche entre pesadillas prácticamente similares, de agobio, de angustia, quizás debido a los miedos de mi trabajo.
Eran las 07:45 de la mañana de un domingo, bajé a la cocina de mi casa en las afueras de Madrid y me puse a preparar un café con tostadas, acompañadas con mermelada de fresa y mantequilla, dispuesto a disfrutar de mi hobby preferido y máximo deseo, estar con mi familia.
Pero hoy no podría empaparme como quisiera de mi mujer y mi hija, me faltaba poco más de dos horas para empezar mi jornada de trabajo en el parque de bomberos de las rozas, era sargento del cuerpo especial de bomberos.
Hoy era una mañana muy extraña, no había dormido bien por las múltiples pesadillas, una sensación difícil de explicar me invadía.
Una lluvia de pensamientos pesimistas me estaba acobardando esta mañana, era como si fuera el ultimo desayuno que preparara a mi familia.
¿joder qué coño me pasa? ¿estoy tonto o qué?
Solo el pensar en que me quedaban tres guardias para disfrutar de mis merecidas vacaciones hacia mitigar esa sensación.
 Habían sido unos meses especialmente duros, había un pirómano que tenía en jaque tanto a los bomberos como a todo el cuerpo nacional de policía.
En tres meses ya había perpetrado más de seis incendios con víctimas y sus objetivos eran dispares, eso provocaba ser complicado trazar su modus operandi.
Esperemos que ese loco hoy no le dé por realizar una de las suyas, pensé.
Marta apareció por la cocina y corriendo en pijama, se fundió en un largo e intenso abrazo con mi cintura.
Me dio la sensación que mi hija, la niña de mis ojos tenía un sexto sentido y algo le hacía no querer despegarse de mi hoy.
Marta tiene diez años, es hija única por que el destino así lo había deseado ya que por una extraña razón mi mujer Isabel y yo no habíamos conseguido tener más hijos, aunque lo habíamos intentado, pero ya nos habíamos dado por vencidos, así que toda nuestra atención era para esa pequeña alegre, divertida, cariñosa y alocada.
—hola mi niña —le dije—. que tal has descansado hoy, estas muy guapa recién levantada. jajaja.
—No seas tonto papá, menudos pelos llevo, —me replico marta—. te voy a echar mucho de menos, ten cuidado.
Definitivamente marta también había tenido alguna extraña sensación hoy, pero su corta edad no le permitía expresarse con más contundencia, aunque le entendía.
—Yo también mi vida, cuida de mamá y pasar buen día, —le dije—. cuando te quieras dar cuenta estoy de vuelta.
En ese momento apareció mi mujer Isabel por la cocina.
—¡Hola mis amores! ¿que estáis tramando vosotros dos?, —dijo Isabel —. con una sonrisa en la boca.
Los tres nos fundimos en una abrazo tierno e intenso, parecía una despedida, como si algo fuera a cambiar nuestras vidas para siempre.
Después de desayunar y pasar un buen rato de risas planificando los días venideros y las ansiadas vacaciones, isabel y marta salieron a la puerta de casa a despedirme.
Desde el retrovisor del coche sin poder dejar de mirar fui alejándome de ellas, una sensación de llorar me invadió.
¿Qué coño me pasa hoy?, pensé.
Son las 9:45 horas, llego al parque de bomberos de las rozas donde trabajo. entro al vestuario y me posiciono delante de la taquilla identificada con “marcos Fernández”. Esa es la mía.
Después de colocarme el uniforme me dirijo a la sala central para realizar el cambio de turno con mis compañeros salientes, tras los pertinentes saludos de los que se van y los que llegan el capitán comienza la charla.
—Señores estamos en alerta, según me ha informado el responsable de la policía nacional, —nos comenta el capitán—. el pirómano que nos está tocando los cojones en los últimos meses podría tener algún objetivo ya fijado, así que mucho cuidado.
Ya sabía yo que no iba a ser una guardia tranquila, pensé.
Van pasando las horas, mientras hacemos revisión a los equipos para tenerlos todos apunto. me acerco al vehículo de altura nº323 con escalera automática y depósito de 13.500 litros. es el que está asignado a mi unidad para comprobar que su revisión está siendo la adecuada.
Son las 17:00 horas y estamos en una pequeña pausa tomando un café.
Un sonido agudo e intenso irrumpe ese momento.
Es la sirena de alarma, mis latidos se incrementan hasta 150 pulsaciones por minuto, algo normal en mí trabajo según estudios.
Perfectamente organizados y raudos, cada miembro del equipo sabe cuál es su cometido, y uno a uno vamos descendiendo por la cucaña al piso inferior. corriendo me dirijo al vehículo.
Por la radio interna el capitán nos da las indicaciones.
—señores tenemos un incendio de grado 1 en un edificio en el centro de Madrid, tenemos información fiable de que el autor esta todavía dentro y posiblemente sea el desgraciado que nos trae de cabeza, —comenta el capitán—. señor Fernández está al mando de la operación, extremen las máximas precauciones.
Uff¡¡¡. sabía que era la persona de máximo rango en el parque en esta guardia, así que tenía todas las de que me tocara dirigirla.
De camino me puse en contacto con el grupo especial de operaciones de la policía nacional, los GEO, para que me pongan al tanto de los detalles de la operación.
Habían desalojado y acordonado la zona, y me dieron una rápida descripción del supuesto pirómano, era alto, delgado, pelo blanco, mediana edad.
Llegamos a la altura del edificio y las llamas devoraban sin piedad todo a su alcance, en segundos está el camión situado y preparado mientras terminamos de enfundarnos el traje ignífugo de última generación. reforzado en el exterior con materiales aluminizados mediante evaporación en vacío, que lo que hacen es reflectar y rechazar la energía del fuego por radiación.
Dispuse los tres equipos allí desplazados en varios puntos estratégicos y ordené que comenzara el abordaje.
—chicos, lo dicho, salvemos a toda esa gente, —ordeno—. incluso al desgraciado, máxima tensión os quiero a todos de vuelta. ¡vamos!
En un par de minutos estábamos accediendo por una de las ventanas, parecía que nos adentrábamos en el puro infierno, la bofetada de calor fue difícil de aguantar y la visibilidad era prácticamente nula.
Comenzamos a escudriñar cada una de las estancias del edificio, era la delegación de un banco nacional, su estructura muy antigua, compuesta de pura piedra.
Pasados 20 minutos el cansancio empezaba hacer meya y sabíamos que no podríamos estar mucho más allí dentro, había que dar una última batida, seguro que queda alguien más. entonces a unos diez metros distingo una silueta entre las llamas y el humo, acurrucado en un rincón.
Me dirijo hacia el con la única manta ignífuga que me queda y se la poso encima, tiro de su brazo para alzarlo y apoyarlo en mi hombro, es entonces cuando lo veo, alto, delgado, pelo blanco, mediana edad.
 ¡hijo de puta!
 Es lo primero que me sale de la boca, por unos instantes se me pasa por la cabeza dejarlo allí y obrar como si no lo he visto pero mi ser no me lo permite, sé que no estaría bien y yo no soy así, además estoy de servicio y es mi obligación soy un profesional.
Con la pelea psicológica en mi mente comienzo arrastrarlo hacia la luz que entra por la ventana al final del pasillo para salvarlo.
 ¡manda cojones! Aun se salvará después de haber sesgado la vida de varias personas durante los últimos meses.
CRASH. un chasquido aterrador suena sobre mi cabeza y todo el techo se derrumba hacia nosotros.
Pasados unos minutos, sumido en la mas absoluta nada ni mente empieza a reaccionar.
El humo inundaba mis pulmones, la respiración se antojaba complicada, las pulsaciones se aceleraban y el pecho parecía me iba a estallar, el fuego me estaba abrasando, comenzaba a traspasar el traje y ya lo sentía dentro de mí, la sangre está comenzando a hervir y un fuerte dolor de cabeza me martilleaba.
Cuando consigo estar un poco consciente me doy cuenta que el individuo al que intentaba rescatar no está, poco a poco empiezo a familiarizarme con la estancia y la sensación es de silencio, mucho silencio.
El humo parece bailar de forma lenta y las llamas han dejado de crepitar, aunque sigo sintiendo ese calor intenso y el malestar del humo en mis ojos.
Sin pensarlo retiro el casco del traje, tengo una sensación de desasosiego, lo que estoy viendo se escapa a los límites de mi conocimiento.
No hay nadie a mi alrededor, la ventana por la que entre está cerrada y no deja pasar ninguna luz exterior, cada habitación que visito está vacía y no hay rastro de ninguno de mis compañeros.
—¡holaaa!, ¡hay alguiennnn!. —no paro de repetir—.
—¡PAPAAAAA! ¡CARIÑOOOOO! ¡NOOOOO!
Son las voces de mi hija y mujer, por dios me debe estar empezando afectar el humo a la cabeza, ¿cómo van a estar aquí? Son alucinaciones debidas a los nervios el estrés y el deseo de verlas.
—¿espera?, ¿son pasos?.—Me digo a mi mismo—, ya que he comenzado hablar solo.
Escucho unas pequeñas pisadas en el piso superior y corriendo me abalanzo sobre las escaleras, abordo los escalones de tres en tres, en un momento estoy en el último piso.
Pasan unos segundos hasta que mi vista se hace a la gran cantidad de humo que hay, los ojos empiezan a escocerme en demasía.
Al fondo del pasillo me parece divisar una pequeña silueta, creo que un niño, esta impasible mientras me acerco.
—¿hola?, ¿Quién eres?, ¿Qué haces aquí?, ¿has visto a mis compañeros?, —le avasallo con múltiples preguntas—.
No me contesta, solo me mira, parece no tener miedo.
—estoy buscando a mi padre —dice el niño—, terminando al fin su silencio.
—tranquilo, seguro que lo han rescatado mis compañeros,—le digo—. ¿cuántos años tienes?, ¿Cómo te llamas?.
—tengo cinco años y me llamo marquitos, —contesta el niño—.
—tranquilo, yo te voy ayudar a buscar a tu padre, seguro que está a salvo fuera —le digo—. intentando darle confianza
—¿te encuentras bien?, ¿estas herido?. —le pregunto—.
—no, no estoy herido, ahora estoy muy bien, —comenta el chico esbozando una sonrisa—.
Lo cojo de la mano y comenzamos a descender por las escaleras, no se salir de aquí, he intentado buscar la salida y me ha sido imposible pero no puedo decírselo, no quiero que se asuste, así que decido darle conversación mientras pienso como salir.
—¿te gusta el fútbol?, —le pregunto—. intentando comenzar una conversación, aunque por lo que he podido observar le cuesta mantener la atención, me imagino será por la situación y la preocupación de buscar a su padre.
—si me gusta, aunque no soy muy bueno, —me dice—.
—bueno, eres pequeñito iras aprendiendo y mejorando, —le digo—. ¿de qué equipo eres?.
—soy del Madrid como mi padre, —me dice enérgicamente y mostrándome una gran sonrisa—.
—¡Qué bien!,  ¡como yo!, también soy del Madrid, —le comento—. ¿a qué colegio vas?, ¿cerca de aquí?.
—no voy al colegio, —me contesta—.
—¿Cómo que no vas a el colegio?, ya tienes edad de estar escolarizado, —le digo extrañado—.
—no voy al colegio, pero la señorita luisa viene a mi casa y me enseña dibujos y letras —me contesta—.
Me quedo muy extrañado, me parece un poco raro, pero no sé, quizás sus padres sean de algún tipo de religión o creencia diferente y les parezca mejor la educación en casa y se lo puedan permitir.
Estoy empezando a preocuparme, no paramos de bajar y ya deberíamos estar en planta calle, tengo la sensación de estar aquí atrapado.
Como si me hubiera leído el pensamiento, tira de mi mano mirándome a los ojos, esos ojos me están diciendo que lo siga, me dan paz.
En la siguiente habitación me obliga a entrar y en ella hay una puerta.
¿esa puerta no estaba antes? Me digo a mí mismo.
Cuando estamos a unos dos metros, la puerta comienza abrirse apareciendo una luz, blanca, intensa, como nunca había visto, tan deslumbrante que tengo que taparme los ojos.
Cuando empiezo acostumbrarme advierto que marquitos no está, se ha separado de mi mano.
Intento buscarlo con la mirada, pero no está, sin embargo, mi corazón me guía a traspasar esa puerta, mi sensación es que estará bien, habrá ido a buscar a su padre.
Traspaso la puerta.
Piii…Piii…Piii…Piii. escucho ese pitido desde hace unos minutos, pero soy incapaz de abrir los ojos, tengo la garganta reseca y el cuerpo entumecido, como si llevara acostado en la cama más de mis 6 horas normales de sueño.
Poco a poco voy acostumbrándome a la situación, e intento mover un brazo.
¿PAPÁ?.
La voz de una preadolescente se cuela en mi cabeza, ¿quién es?.
¡mamaaaa!, ¡mamaaaaa!, ¡papa ha despertado!.
¿Ha despertado?, Como si fuera extraño, es lo normal después de dormir, —me digo a mi mismo—.
Comienza haber un trajín de gente por mi alrededor, aunque intento seguir y escuchar me es imposible, mi cabeza no está ágil.
Oigo abrirse y cerrar una puerta.
—Doctor, el paciente Fernández ha despertado, —escucho en la voz de una mujer—. sus constantes son normales, es increíble.
—Señor Fernández, ¿puede oírme?, —me dice la voz de un hombre—. soy el doctor Villanueva.
Asiento con la cabeza porque no puedo articular palabra.
—descanse un rato, —me comenta el doctor—. cuando su cuerpo esté preparado hablaremos, vendré con la psicóloga.
¿psicóloga?, no entiendo nada, ¿qué hace toda esta gente en mi casa?.
Pasados unos minutos y aun con los ojos cerrados noto que mi cuerpo ya está con mi mente, en ese momento oigo una voz a los pies de mi cama.
—cariño estas despierto, —es la inconfundible voz de mi mujer—.
—si ,—contesto mientras abro los ojos—. ¿qué ha pasado?.
—ha estado en coma señor Fernández, —distingo en la voz del doctor—. un coma irreversible durante cinco años, debido a un accidente laboral, pero por una misteriosa razón a despertado, no sabemos cómo.
—¿cinco años?, ¿en coma?, —le contesto—.
—si mi amor —me dice Isabel—.
Clic, se abre la puerta y aparece una muchacha de unos quince años, casi una mujer.
—¡papa!, —me dice —.
—¿cariño mío eres tú?, —susurro con la voz entrecortada por la emoción—.
Detrás veo una pequeñita figura, queriendo esconderse tras de marta.
—¿marquitos?, —digo—. mientras un escalofrío recorre mi cuerpo y las lágrimas empiezan aflorar en mis ojos.
Isabel no sale de su asombro, se pregunta cómo puedo saber su nombre.
 —ven, —le dice Isabel—. marquitos es tu hijo, tiene cinco años, es autista y no habla, pero yo me encargado de que supiera quien eres todo este tiempo.
—se quién es, ahora sé que es mi hijo, —replico—. y sé que puede hablar y no tiene miedo, ¿verdad marquitos?, él es quien me ha traído de vuelta para ser una familia.
—ya te he encontrado papa y no tengo miedo,—apostilla marquitos—.
Los cuatro nos fundimos en un apasionado abrazo, queriendo recuperar en un minuto cinco años de ausencia, envueltos en un mar de lágrimas.

P.D: -A un hijo le das la vida, y el…te devuelve a la vida.
        -El mejor regalo para los hijos es pasar tiempo con ellos.

A.Miralles

 

3 comentarios:

  1. El instinto que tenemos con nuestros hijos es el mismo que tienen ellos con nosotros ,aunque no sabemos explicarlosiempre nos une algo muy fuerte

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  2. Inexplicable como estamos conectados a las personas que queremos y nos importan.

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  3. asi es, pudo mas su amor de conocer a su padre, el sabia estaba en peligro y supero sus limitaciones para buscar la forma de ayudar a su padre y volver a ser una familia.

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