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NO TENGAS PRISA

 

NO TENGAS PRISA:


Se acercaba el cumpleaños del abuelo Emilio y sus familiares le estaban preparando una fiesta sorpresa, solo faltaban un par de detalles en los que se necesitaba la colaboración de la abuela, sin embargo, no pudieron encontrarla cuando la llamaron, por eso dejaron un mensaje en la contestadora.

Horas más tarde, Juan vio que un taxi llegaba hasta la puerta de su casa, y de ahí bajaron los abuelos, sabiendo el tema a tratar, rápido el chiquillo fue por el viejecito para entretenerlo en su habitación mientras los demás hablaban sobre su fiesta.

El pobre ancianito lucia muy cansado y apesadumbrado, hacia esfuerzos para sonreír ante todas las gracias de Juanito, pero no pronunciaba ni una sola palabra.

Pasado un rato el niño se dio cuenta del semblante tan triste que su abuelo tenia, hasta parecía que las lágrimas estaban atrapadas en sus ojos, quiso abrazarlo para consolarlo sin embargo el hombre levantó su bastón, apuntándolo hacia el chico para que este no se acercara más.

Esa actitud era muy extraña, el abuelo jamás se había negado a un abrazo, por lo que el niño comenzó a interrogarlo, mucho era lo que hablaba, poca la respuesta que obtenía, el anciano seguía cabizbajo, casi llorando y entre sollozos lo único que pudo decir al respecto de tal rechazo fue: —No tengas prisa, ya lo sabrás—. En ese instante la madre del niño lo llama desde la planta baja.

El chiquillo atendió al llamado solo para recibir la triste noticia de que el abuelo había fallecido, algo que le fue difícil creer, ya que él estaba en su cuarto, solo pasaron unos segundos desde que lo vio por última vez.

Sin decir nada, subió rápido las escaleras… de su abuelo, solo pudo ver una traslucida silueta que, tras un saludo de marinero, desapareció en uno de los muros de la casa.


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YO NO LO HICE

 

YO NO LO HICE:

Un hombre acusado de homicidio en primer grado contra su esposa, había sido capturado por la policía, mientras se escondía en el baño de la casas.

El mismo ya se encontraba en una celda, esperando el juicio y, lo más seguro es que sería condenado a muerte, su única oportunidad, era que un psiquiatra lo declarara «loco» y ser enviado a un hospital mental.

Sin embargo, el relatada siempre la misma historia, su verdad:

-Doctor! es inútil que me pregunte varias veces, ya le he dicho que yo no asesiné a mi esposa, sé que yo fui encontrado con mis manos llenas de su sangre en el baño, pero le aseguro que alguien más, aparte de ella y yo estábamos en casa esa noche.

Pero Sr. Jorge, la policía no encontró huellas, ni pruebas de que estuviera alguien más en su casa, sus huellas estaban en el cuchillo que degolló a su esposa, ¿como explica eso?

-Ya le dije Doctor, pero se lo voy a repetir: Mi esposa y yo estábamos acostados, durmiendo, pero como a eso de las 2:30 a,m, yo desperté porque sentí cuando ella se paró de la cama, y se bajó las escaleras, supongo que fue a tomar agua, luego de un rato, regresó y se acostó nuevamente al lado mío.

-Me dormí, pero unos minutos más tarde, un ruido proveniente de la cocina me despertó, mi esposa seguía durmiendo, por lo que no quise asustarla y bajé sin despertarla para revisar la casa, al llegar a la cocina, me llevé la horrible sorpresa, de que mi esposa estaba tirada en el suelo, con el cuello cortado, por supuesto, yo estaba asustado, no entendía que pasaba, se supone que mi esposa estaba arriba acostada, o eso pensé yo…

-Subí dando gritos de regreso al cuarto, y fue entonces cuando vi a mi esposa, o lo que fuera. sentada en la cama, mirándome con una media sonrisa y ojos brillosos, esa no era mi esposa, no sé lo que era, pero no era ella, ni creo que fuera humano.

-Por supuesto, yo estaba tan asustado que corrí a esconderme en el baño y perdí la consciencia y el sentido del tiempo, lo próximo que supe, es que la policía había llegado a mi casa y me sacaban del baño, con un cuchillo en mi mano y lleno de la sangre de mi esposa, y aquí estoy con usted… pero se lo juro, yo no maté a mi esposa, deben creerme.

Entiendo Sr. Jorge, sin embargo es algo difícil de creer… voy a estudiar y analizar su caso, para dar mi reporte final a las autoridades, ellos decidirán cual será su suerte.

Ya golpean la puerta del consultorio, es su custodia que lo viene a buscar, ya hemos terminado por hoy.

Sin embargo, al momento que entran los guardias a retirar al acusado, el mismo se encontraba en el suelo del consultorio asesinado, de la misma forma que lo había sido su esposa, y el Doctor, el cual se encontraba desmayado sobre su escritorio, estaba todo lleno de la sangre del acusado, sosteniendo un bolígrafo en su mano con el cual aparentemente atacó al Sr. Jorge.

La policía rápidamente lo arrestó y mientras lo sacaban por el pasillo de la clínica, el gritaba desesperado que él no lo había hecho, que él no había asesinado al acusado, pero mientras forcejeaba y clamaba su inocencia, el Sr, Jorge, o lo que fuera, estaba parado en la entrada de su consultorio, con una media sonrisa en su rostro, y mirándolo fijamente con ojos brillosos.


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ABRETE SESAMO

 


ÁBRETE SÉSAMO: significado de una fórmula mágica muy extraña y su relación con la sexualidad.

ÁBRETE SÉSAMO es esencialmente un encantamiento, y uno de los más extraños que existen.

Su mención nos remite casi inevitablemente a las Mil y una noches, y más precisamente a la historia de Alí Baba y los 40 ladrones. 

Allí, ÁBRETE SÉSAMO funciona como una especie de fórmula mágica mediante la cual es posible abrir las fauces de la cueva en la que los bandidos escondían sus tesoros.

Ahora bien, aquella aparición literaria del ÁBRETE SÉSAMO solo se da en la primera traducción francesa de las Mil y una noches —Sésame, ouvre-toi— realizada por el orientalista Antonie Galland. 

En el texto original no figura. 

Del mismo modo, tampoco hay evidencias, orales o escritas, de que el ÁBRETE SÉSAMO existiese antes de la traducción de Galland.

La mayoría de los investigadores asumen que SÉSAMO, en realidad, refiere a las semillas de sésamo, las mismas que el hermano de Ali Baba confunde en la historia al olvidar el poder mágico de la frase. 

No obstante, y ya en el espeso terreno de las especulaciones, podemos recorrer un camino distinto.

Otros afirman que SÉSAMO es una deformación del término cabalístico šem, que significa literalmente «nombre». 

De hecho, en el Talmud se habla del Sem Same, «nombre del cielo». 

En este contexto, ÁBRETE SÉSAMO sería algo así como una fórmula mágica para abrir las puertas del cielo.

Pero aquí nos encontramos con una nueva dificultad, habida cuenta de lo difícil que es relacionar el concepto de cielo o de paraíso con los oscuros laberintos de una cueva, en definitiva, el sitio que Ali Baba consigue abrir diciendo ÁBRETE SÉSAMO.

Antoine Galland, creador de la frase ÁBRETE SÉSAMO, quizá se refería a otra cosa: algo diametralmente opuesto a la idea de cielo en términos religiosos, aunque afín a lo que cualquier pecador con sentido común acaso podría esperar en relación a un espacio de goce y placer.

Sabemos —y Antoine Galland también lo sabía— que en la Antigua Babilonia existían ciertos ritos relacionados a la magia roja en los que se utilizaba el aceite de sésamo, quizá, con propósitos lubricantes. 

Estos ritos proceden de las viejas bacanales egipcias conocidas como SESHEMU, que literalmente podríamos traducir como «relación carnal».

Lo curioso es que el signo jeroglífico de SESHEMU es, básicamente, un falo a punto de perforar un círculo, representaciones simbólicas de los principios masculino y femenino durante la unión física, que en la mayoría de los pueblos de la antigüedad era descrita como una especie de entrada al cielo.

De acuerdo a esta hipótesis, ÁBRETE SÉSAMO es, en definitiva, una fórmula mágica para seducir a la montaña, representación de la feminidad sagrada, y así lograr que esta se dilatara, se abriera, para que Ali Baba y los cuarenta ladrones, uno detrás de otro, como una larga columna recta, se introdujeran y depositaran sus tesoros en el interior de la cueva.

TEST DE PERSONALIDAD

Test de personalidad.

Este es un simple juego para relajarnos y divertirnos, que puede ayudarte a reflexionar más acerca de ti mismo y tus propios gustos e inquietudes.

Los ojos además de ser el espejo de tu alma y decir muchas más cosas que las palabras callan, también tienen la posibilidad de reflejar aspectos importantes de tu vida y tu personalidad.

Primero elige el ojo que más llame tu atención.

Para elegirlo debes confiar en tu intuición a primera vista.

Luego busca el significado de ese ojo y comprueba si tu intuición o gustos son reales o aproximados a tu personalidad.



 

• 1- Personalidad Confiada

Tú eres el tipo de persona que permite a casi cualquier otra persona entrar en tu vida y en tu corazón. Consideras que es mejor correr el riesgo de salir lastimado, que esconderte de la gente. No le revelas a nadie tus miedos e inseguridades. Crees que debes resolver tus problemas por ti mismo. Tratas de dar todo de ti a las personas, incluso si en el fondo del alma no deseas hacerlo. Ayudando a otros, sanas tus heridas.

• 2- Personalidad Formal

Tú eres el tipo de persona que siempre trata de dar una buena impresión y hacer lo correcto. Crees que tus acciones tienen significado en la vida de otros. No muestras a la gente tu emoción, por ejemplo, que estés molesto. Intentas ser mejor, ya que consideras que es lo mejor que puedes hacer con tu tiempo en este planeta.

• 3- Personalidad Sacrificada

Tratas de encontrar tu sitio en cualquier parte siempre que sea posible. Es la búsqueda de un lugar en este mundo confuso. No muestras a la gente tus pensamientos oscuros. Has pasado por mucho… Se podría decir que eres un rey en eso de “volver a levantarse después de una caída”.

• 4- Personalidad Meditativa

Tú eres una de esas personas a las que les gusta premeditar todo. Te gusta encontrar el significado profundo y oculto de las cosas. A veces llegas a estar tan inmerso en tus pensamientos, que te resulta difícil salir de ese estado y dejar de pensar. No le enseñas a los demás tu alto grado de inseguridad en todo. Puedes entender claramente algo, pero sigues sintiéndote inseguro sobre eso. La vida para ti es un rompecabezas y no te cansarás de jugar hasta que no tengas todas las piezas juntas.

• 5- Personalidad Misteriosa

Tú eres un misterio incluso para ti mismo… Buena suerte para aquellos que traten de entenderte. Eres como una tela de araña de contradicciones, cambiando constantemente de estados de ánimo. Tan pronto te encuentras a ti mismo, cambias de inmediato y comienzas tu búsqueda de nuevo. Eres una persona que con sus acciones lleva a la confusión a los demás y -a veces- a ti mismo. Prefieres observar bien primero a la persona antes de iniciar una conversación. Tú dices sólo aquellas cosas, en las que crees estar seguro.

• 6- Personalidad Sensible

Tú eres el tipo de persona que se da cuenta de todo y no olvida nada. Eres muy sensible e incluso las cosas más insignificantes pueden impresionarte. A ti, fácilmente, te pueden sacar lágrimas o risas, pero tratas de no mostrar (a casi nadie) lo frágil que eres. En su lugar, te muestras todo lo perspicaz que puedes ser. Tal vez tú puedas prever que pasará en el futuro en tu vida.

• 7- Personalidad Energética

Tú eres el tipo de persona siempre enérgica o… enamorada. Eres muy perspicaz. Tú amas u odias. Tienes un montón de opiniones… Y a la acción te decides rápidamente. Tienes una gran cantidad de energía, pero con frecuencia te encuentras nervioso. Para ti todo es una apuesta muy grande. A veces tú no puedes dejar de crear un drama en tu cabeza.

• 8- Personalidad Excéntrica

Eres el tipo de persona que tiene intereses y creencias inusuales. Eres un poco ‘rarito’. No muy aficionado a las reglas. A menudo actúas bajo el principio: “Lo que quiero hacer, lo hago y dejo que pase lo que pase”. Eres una persona abierta a otras personas. Simplemente te ríes de aquellos que tratan de cambiarte. No te gusta ser parte de la masa gris de la gente.

• 9- Personalidad Intuitiva

Eres el tipo de persona que entiende muy bien al mundo y a las demás personas. Puedes decir mucho sobre una persona solo por su expresión facial o por su tono de voz. Sientes cuando te mienten. Tú muestras al mundo, solo lo que quieres mostrar. Tú sientes cuando estás siendo manipulado, y sabes cómo manejar a alguien, si fuera necesario. Pero por lo general, no recurres a esto.

FICHADOS!!!

                  



                 




ENVIDIA

En las noches en que la luna llena brilla en el cielo, cuando la luz del astro nocturno ilumina la oscuridad, se les ve en la linde del bosque.

Todas las noches desde la ventana de mi cuarto les veo en la oscuridad, moviéndose, arrastrándose, sin dejar de estremecerse de esa forma tan obscena. 

Les veo mientras vigilan cada una de las parcelas del final del pueblo esperando a que alguien salga a su terreno, al bosque, aguardando a su próxima víctima.

Papá dice que no existen, que no son de verdad, él cree que es una invención mía porque mamá ya no está con nosotros, pero ya no soy tan pequeño, no me invento cuentos para olvidar que nos abandonó, ya no.

En una ocasión me adentré con mis amigos en el bosque; ya era tarde y estaba oscureciendo, pero teníamos un cigarro; no podíamos perder la oportunidad de probarlo lejos de los mayores. 

Cuando las casas se dejaron de ver tras los árboles, sacamos el cigarro arrugado tras hacer el camino en el bolsillo de Billy y lo encendimos con un mechero que había tomado prestado a su padre. 

Billy y Mark tosieron con su primera calada; antes de que yo lo tuviera entre mis manos escuchamos algo en la espesura que nos heló la sangre. 

Para ser sincero, mi primera reacción fue esconder el delito tras mi cuerpo, pero fue una reacción más instintiva que inteligente; no era uno de los mayores. 

Tras una hondonada, en una pequeña zanja natural, encontramos el perro de Mark, pero le pasaba algo. 

No había sido el perro lo que nos había asustado, aunque no paraba de gimotear, ni su estado, y no me refiero a que le hubieran apaleado —he visto muchos perros con marcas de golpes y sin pelo en las partes en que les dieron, con el rabo entre las piernas y cojeando de alguna de sus patas—. 

Vivimos cerca de una salida de autopista; abandonan muchos perros en el verano. 

No, el perro estaba ileso a primera vista, pero parecía tener una bolsa correosa colgada de su lomo, como manchada de aceite de motor, del negro, el que parece brea. 

Mark se acercó corriendo a su perro intentando quitársela de encima, pero ese bulto nos miró, nos miró con esos ojos amarillentos, y parecía sonreír. 

Billy soltó un grito mientras yo me acercaba para ver mejor aquello, cuando nos dimos cuenta de que se lo estaba comiendo, ¡vivo! 

El perro de Mark no paraba de gemir mientras intentaba acercarse a nosotros como podía; los tres salimos corriendo.

Todas las noches recuerdo aquel momento, no dejo de ver ante mí cómo se abrazaba a aquel chucho comiéndole las entrañas mientras nos sonreía. 

A veces incluso me parece escucharlos en el bosque, esas risitas, ese ruido de ramas, pero no siempre me atrevo a mirar por la ventana.

Debo tomar mis medicinas.

Recuerdo que mi madre me decía que nunca me alejara del pueblo solo; se preocupaba mucho por mí, sobre todo después de que una niña, Elisabeth, se perdiera en el bosque.

 La vi llorando con su madre una tarde junto a la gasolinera, apenadas por su pérdida, y me sorprendió verla tan entristecida por una niña a la que casi no conocía. 

Desde entonces no me dejó jugar en la parte trasera del jardín si no estaba ella cerca para vigilarme, aunque ya casi nunca jugaba en esa parte, tan cerca del bosque. 

De todas formas, parece increíble que alguien que se preocupaba por mí se fuera de esa manera, dejándome sin importarle lo que pudiera pasar, pero es así, a veces fantaseo pensando que esos seres se la hubieran comido.

Brilla la luna en el cielo, esta noche es especialmente luminosa, no pienso asomarme a la ventana, hoy no, estarán ahí y los veré y ellos me verán, y se reirán como hacen siempre. 

Mi padre está abajo, bebiendo probablemente y viendo el partido por la televisión. 

Después de que mamá se fuera se volvió muy callado, ya bebía antes, pero eso no ha sido nunca un problema, siempre se ha desentendido de mí en la medida de sus posibilidades, quizá si no me abandona es porque no tiene el valor de empezar de nuevo. 

Ya lo hizo a su manera cuando me internó en aquel psiquiátrico, debe ser que no quería tenerme tan cerca.

Mis pastillas, un vaso de agua.

Elizabeth, o Beth como la llamaban sus amigos, no fue la primera niña que se perdió en el bosque, ni será la última, antes que ella varios niños desaparecieron sin dejar ningún rastro, y desde entonces seguro que alguno más ya no está, pero ya no me entero de esas cosas. 

Antes papá me hablaba de ello, me contaba cosas de cuando la mina estaba aún abierta, pero ya casi no habla conmigo, no me mira, o lo hace de reojo. 

En una ocasión le escuché hablando con el vecino, el que vive junto a nuestra parcela. 

Al parecer su perro ya no está, y quien sabe, igual ahora tiene uno de esos fetos colgado, metiendo la cara entre sus costillas y manchando su oscura piel húmeda con su sangre; si me paro a pensar, casi puedo ver cómo le va retirando la piel y el pelo a tironcitos con esas pequeñas manitas negras.

Billy tenía razón, tendríamos que haber escapado de allí, haber huido de aquel lugar antes de que nos encontraran; ahora los veo desde mi ventana asomándose tras los árboles, desde la frontera que dibuja el final del bosque. 

Ahora es demasiado tarde, como lo es para Mark. 

Ayer formaron una partida para buscar a Kaitlyn, la hija del dueño de la ferretería. 

Les veía con sus linternas adentrarse en la espesura, tratando de encontrar algún indicio. Jamás el bosque me pareció tan oscuro. 

Por supuesto, no encontraron nada.

Es la hora de mi medicación.

En algunas ocasiones me dio la sensación que mamá me quería contar algo pero no se atrevía, miraba a papá como pidiendo permiso, luego me miraba a mí, y se alejaba sin explicarme a qué venían esos gestos. 

Más adelante, al preguntar a papá, sólo me ha sabido responder con un “no era nada”, como si con eso me fuera a conformar. 

Tengo claro que los mayores lo sabían; durante años muchos de los niños de la región han desaparecido, pero cuando le hablaba de ellos enseguida me miraba con un gesto forzado, como queriendo decir que no tenía sentido. 

Todas esas veces en las que salían al bosque a buscar al hijo del tabernero, la sobrina de la señora Donovan, la hermana de Billy… 

Recuerdo cómo su madre le miraba, triste, pero nada más. 

Todas esas veces en que volvían sin haber encontrado nada, pero como si fuera normal que pasaran esas cosas de vez en cuando. 

Una gran tragedia repetida tantas veces. 

En realidad, nunca han conseguido engañarme, yo sé lo que he visto, lo que veo todas las noches, lo que vimos aquella vez que entramos en el bosque. 

A veces daría lo que fuera por regresar a ese momento y hacer lo contrario, dar la vuelta, correr a casa. 

Mark seguiría con nosotros si no hubiéramos ido allí.

A veces pienso en mi madre, en cómo se fue, y me pregunto si fue por mí o por ellos.

Ella siempre estaba triste, mirando por la ventana, pensando en algo que no estaba allí. 

Por las noches la oía llorar; cuando era muy pequeño le preguntaba qué le ocurría, por qué lloraba todas las noches, pero ella sólo me miraba, sonreía y, señalando a la ventana, me decía que me volviera a la cama, que si no me cogerían por ser malo. 

No creo que lo dijera con malicia, no recuerdo que quisiera hacerme pasar miedo, pero sí que no me dejaba salir ni al porche en cuanto caía el sol. 

De pronto, un día no estaba y no volvería más.

Perdí el contacto con la mayoría de los niños del pueblo tras dejar de ir al colegio. 

Antes había un autobús que nos recogía en la puerta para llevarnos a las clases, pero ya no. 

El colegio está en un pueblo cercano, a unas dos horas andando, si nos hubieran dejado ir a pie; hace años había un colegio en nuestro pueblo, pero ya no hay suficientes niños, y de todas formas ya no teníamos trato con ellos, con los niños del otro pueblo; es más, para ser sinceros, ni si quiera veía a los niños del otro lado del río, tan sólo veía a los niños de las casas más cercanas, los que estaban en la misma calle. 

Cada vez más callados, cabizbajos, cada vez más sedados.

No nos atrevíamos a hablar de ellos, de aquellos seres; no se nos ocurría mencionar lo que veíamos por las noches, y nunca nos acercábamos al bosque. 

A Mark le compraron un nuevo perro, pero en la primera ocasión que tuvo se escapó y entró corriendo en la espesura. 

Todos miramos hacia los árboles sin movernos ni un centímetro, no nos atrevimos a buscarlo, nunca volvió. 

No volvieron a comprarle ningún perro más.

A veces dejaba la ventana abierta y escuchaba el viento entre las ramas de los árboles, sólo en esas ocasiones parece que todo vuelve a ser normal; por un momento me olvidaba de ellos, dejaba de buscarlos en la oscuridad y disfrutaba del aire que me acariciaba. 

Esas veces duran poco tiempo. 

En una ocasión escuché cómo los padres de Finnegan hablaban de cómo su hijo, nunca me acuerdo de su nombre, se había escapado por la ventana. 

Si yo me quisiera escapar no destrozaría el marco, me iría sin hacer ruido. 

Casi puedo imaginármelos arrastrándole por el patio trasero hasta la maleza, tirando de él mientras grita y llora. 

Por todo eso, a veces no me atrevo ni a acercarme a la ventana. 

Una vez que estaba mirando cómo el sol caía mientras entraba el viento a mi cuarto, los olí. 

Un olor nauseabundo, podrido, como de carne muerta. 

Traté de cerrar la ventana antes de que me vieran, pero ya era demasiado tarde; uno de ellos me miraba con esa sonrisa desde la valla del jardín. 

Cerré la antigua falleba de madera y me lancé bajo las sábanas de la cama.

La luz estaba apagada, pero aún entraba un poco de claridad en el cuarto, aguanté la respiración e intenté mirar entre las sábanas. 

Allí estaba, buscando en la penumbra de la habitación desde el otro lado del cristal, y debía darse cuenta del miedo que tenía porque notaba cómo su respiración se volvía cada vez más ansiosa, jadeando mientras miraba hacia mi cama. 

No podía parar de temblar, mucho menos al escuchar cómo arañaba el cristal con las uñas o los dientes, no lo supe nunca porque cerré los ojos, no me atrevía a seguir mirando más. 

No sé cuánto tiempo pasó, no había amanecido aún cuando dejé de percibirlo. 

Durante toda la noche estuve oyendo cómo roía el marco de la ventana; durante horas, oliendo ese olor inmundo, recordé cómo en mi imaginación se llevaban al hijo de los Finnegan, arrastrando hasta el bosque sin parar de gritar y llorar, sirviendo de alimento a esos engendros correosos estando vivo aún.

Nunca me alegré tanto de que papá entrara en la casa golpeándose con todos los muebles que encontraba a causa del alcohol. 

Nunca volví a abrir la ventana para disfrutar del aire.

Mi tratamiento, ¿dónde están mis píldoras?

Todos habían perdido a alguien: Billy, a su hermana; Mark, a su perro, no, sus dos perros; yo, en cambio, había perdido a mi madre, aunque en mi caso fuera por un motivo distinto. 

No puedo parar de preguntarme por qué se fue. 

Papá nunca me dice nada coherente, o está demasiado ebrio, o demasiado sobrio. 

Cuando está borracho es imposible hablar con él porque no te deja hablar, cuando no ha bebido mira para otro lado, como si no me hubiera oído, hasta que me canso y le dejo tranquilo. 

Me parece que se siente mal, no me refiero a que se sienta triste, no de esa manera. 

Todos los mayores se comportan de una forma muy rara, ninguno habla de lo que pasa, o por lo menos no cuando estamos delante de ellos. 

No sé si lo hacen cuando no estamos. 

Recuerdo que en una ocasión Billy les gritó a sus padres por qué no salían a buscar a Melissa, su hermana. 

Ellos le respondieron que ya la habían buscado y que no habían encontrado nada, que seguían buscándola y que las autoridades estaban informadas, pero todos sabíamos que eso no era verdad. 

Se veía en las caras de los padres de Billy la tristeza al hablar de Melissa, una cara similar a la de los padres de Mark cuando se enteraron de lo de sus perros, se veía dolor, pero también se veía resignación.

Esas reacciones, o más bien la falta de reacción, fue lo que hizo que Mark se metiera en el bosque buscando a la hermana de Billy. 

La verdad es que siempre le gustó, aunque no sé si lo suficiente como para entrar en el bosque por ella. 

Una tarde, después de las horas de calor del medio día, nos preguntó a Billy y a mí si le acompañábamos a buscarla. 

Estaba claro que los dos pensábamos que no había nada que hacer, pero Mark se negaba a la evidencia. 

Yo no hacía otra cosa que recordar esa sonrisa asquerosa mientras nos pedía que fuéramos con él, recordaba los golpecitos en mi ventana y los jadeos de aquella cosa. 

Al fin nos convenció, no sé cómo, para adentrarnos en el bosque, siempre y cuando volviéramos antes de que oscureciera. 

Al cabo de unos minutos, nos juntábamos en su jardín con lo primero que encontramos como arma —un bate, una pala…—, abrimos la puerta de la verja y entramos en la espesura. 

Tras un buen rato caminando, encontramos los restos de un antiguo camino que ya casi no se percibía por la maleza, lo seguimos sin una idea mejor de la dirección que debíamos tomar, hasta que llegamos a la entrada de la antigua mina. Junto al acceso había una furgoneta, del carnicero del pueblo, aseguró Billy, aparcada con el motor en marcha. 

Nos separamos del camino y nos escondimos tras unos arbustos, justo a tiempo para ver cómo salía de la mina el robusto carnicero, con su mandil aún manchado, y se montaba en la furgoneta para huir del lugar rápidamente. 

Tras él vimos aparecer por el agujero de piedra a docenas de aquellos seres que se abalanzaban tras el vehículo. 

Lo siguieron corriendo hasta que vieron una presa mucho más fácil de alcanzar, nosotros.

No recuerdo muy bien lo que siguió, tan sólo que eché a correr, corrí hasta me lo permitieron mis piernas, hasta que sentí que el pecho me ardía por el esfuerzo, y escuché detrás de mí a Billy y Mark gritando aterrados.

No sé muy bien cómo pasó, pero, cuando llegué a casa, conmigo estaba sólo Billy; Mark no estaba. 

En realidad no me di cuenta hasta que nos preguntó papá; estaba en el jardín, o nos escuchó al llegar y salió, no lo sé bien. 

Sé que nos dijo algo, pero no le oí, sólo escuchaba a Billy gritando una y otra vez que habían cogido a Mark.

Esa misma noche tumbado en la seguridad de mi cama recordaría cómo Mark me gritaba que le ayudara, cómo nos gritaba a Billy y a mí que volviéramos a ayudarle. 

Recordé cómo Billy no dejaba de repetir, “Mark se ha caído, Mark se ha caído”, mientras lloraba en el jardín de mi casa. 

Traté de pensar en otra cosa, cualquier cosa, lo que fuera, pero no fui capaz. 

Una y otra vez venían a mi mente las imágenes que había olvidado esa misma tarde, para castigarme por abandonarle en el bosque. 

Cerraba los ojos con fuerza, intentando sacar aquello de mi cabeza, pero volvía de nuevo irremediablemente. 

No paraba de ver en mi imaginación cómo al volver la vista atrás lo único que pude ver de mi amigo era su mano saliendo de entre los cuerpos de aquellos seres grasientos, que lo devoraban mientras gritaba pidiéndonos auxilio. Él gritaba que no le dejáramos, y yo no tuve el valor necesario para ayudarlo.

Como siempre, los mayores salieron a buscarlo al bosque, pero no encontraron nada. Volvieron cuando la luna brillaba llena en el cielo, con la misma cara de siempre. 

Billy y yo intentamos decirle a papá lo que vimos en la entrada de la mina, aquello del carnicero y la furgoneta en donde llevaba la carne del reparto. 

Como casi todas las noches, había bebido más de la cuenta, y no quiso escucharnos. 

Me mandó a la cama y despidió a Billy, pero unos segundos después de que saliera por la puerta le oímos gritar desde el porche. 

Yo miré a papá aterrado y él me miró a mí con una cara similar, parecía que el alcohol se había evaporado en sus venas. 

Vi cómo tenía los ojos llorosos mientras me gritaba que no saliera, pero no podía quedarme sin hacer nada, no pude evitarlo. 

Con paso indeciso, llegué a la entrada y abrí la puerta por la que había salido mi amigo; sólo la entorné, pero fue suficiente con eso. 

Lo que tenía delante me arrancó un alarido de terror, justo antes de cerrar de un portazo y dejar caer todo mi peso contra la madera. 

Sin levantar la mirada del suelo, papá me dijo que antes el pueblo era muy próspero gracias a la mina; casi todos los hombres trabajaban allí. 

Aún oíamos los gritos de Billy desde el otro lado de la puerta, mientras papá seguía hablando como si no lo oyera. 

Me dijo que gracias al mineral que se extraía, todas las familias vivían desahogadas, y que había muchos niños en el pueblo. 

Levantó la vista y me miró a los ojos antes de seguir, “pero todo cambió”, siguió diciendo. Parece ser que un día, justo antes del verano, el colegio de la localidad había organizado una excursión a la mina. 

Al parecer, unos explosivos en mal estado se detonaron mientras se encontraban en el interior de las grutas. 

Trataron de sacarlos de allí, pero, tras varias horas de trabajo, lo primero con lo que dieron fue una masa sanguinolenta entre las rocas. 

En ese punto dejamos de oír a Billy y la noche quedó en silencio por un momento, no sabía qué era mejor. 

Papá tardó unos minutos en continuar. “Eran nuestros hijos, los hijos de todo el pueblo”, lloraba papá tirado en el suelo mientras se sujetaba la cabeza, “tu hermano”. 

No encontraba las palabras para preguntarle por ese hermano que no recordaba, aunque no dejé de pensar si ese fue el motivo por el que mamá se marchó. 

Tras encontrar aquellos restos, no se atrevieron a seguir escarbando, no querían mover más piedras empapadas en sangre, no querían ver lo que había sido de ellos. 

Taparon la gruta y cerraron la mina, dejaron sus cadáveres allí.

En la puerta no había nada, nadie, ni rastro de Billy, a no ser un reguero oscuro que se adentraba en el bosque. 

Papá no volvió a hablar durante los siguientes días, y yo no dejé de pensar en lo que había visto en el porche. 

Al cabo del tiempo, tras el accidente en la mina, empezaron a suceder las desapariciones. 

En un principio perros, gatos, más tarde los niños del pueblo. 

Trataron de apaciguarles con carne, pero no era eso lo que querían, sus caras no mostraban hambre, sólo odio.

Desde entonces no he vuelto a mirar por la ventana. 

Tengo miedo de asomarme y volver a ver lo que vi en el porche de mi casa, de ver de nuevo esa cara, ese rostro. 

Aquel día sentí el terror de verlos corriendo detrás de mí intentando alcanzarme, aquella noche en el jardín sobre la espalda de Billy, tirado en el suelo sobre su sangre, gritando mientras aquella cosa se lo comía. 

Con esas manitas oscuras, introduciéndose por su costado para sacar todo lo que había en su interior y llevárselo a la boca. 

Aquella mirada de odio.

No, no era odio, la cara del ser reflejaba otra cosa. 

Porque aquella cara era la de Mark mientras se comía a Billy, y en sus ojos lo que vi fue envidia. 

Envidia porque yo estaba vivo y él no. 

Pero mi turno llegará pronto. 

Tarde o temprano alguno de ellos me atrapará, Billy, Mark, Beth, el hijo de los Finnegan…, quién sabe, y entonces seré yo quien mire con envidia a los niños del pueblo, cazándolos hasta que no quede ninguno.


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La niña en la acera

 


La niña en la acera

Una pareja vuelve a casa en medio de la noche, después de pasear a su perro. Caminan entre calles y callejones pobremente iluminados, y al dar vuelta en una esquina, ven frente a ellos un par de bultos tirados. Se acercan para dar un vistazo y encuentran una mujer muerta, con la garganta cortada y en sus brazos una pequeña ensangrentada.


La niña estaba muy pálida, pero no se apreciaba en ella alguna herida, pensaban que probablemente sufría hipotermia, pues era una noche fría. En una decisión apresurada el hombre la envuelve en su chaqueta y la toma entre sus brazos, mientras su esposa intenta contactar al servicio de emergencias.


Pero, la batería del celular estaba muriendo y no pudieron completar la llamada, así que corren hasta su casa, para pedir ayuda desde ahí o tomar el auto para llevarla al hospital.


En su frenética carrera de pronto el hombre se detiene, al parecer cansado, porque cae de rodillas al suelo, un charco de sangre rodea su cuerpo, su cara palidece, y en un momento suelta a la pequeña dejando al descubierto una terrible herida en su abdomen.


Lo que acurrucaba en sus brazos no era simplemente una niña, sino un engendro maligno, que intentó comérselo vivo, mordiéndole las entrañas. La pequeña se quita la chaqueta de encima, sus ojos son más oscuros que la noche, y sonríe tétrica mente mostrando sus múltiples hileras de afilados colmillos, y agitando sus sucias garras las clava en el pecho de la mujer.

Más de 10 muertos en la misma semana, en condiciones similares, la policía no dijo nada convincente, pero la gente en las calles rumoreaba que se trataba del espíritu de una pequeña que arrojaron al basurero, y andaba buscando venganza, por aquel hecho.

Lo Divino



Lo Divino

Ernesto sentía que era el hombre con más mala suerte en el mundo, y tenía razones para creerlo, si había alguien que supiera lo que es perderlo todo...ese era Ernesto...

-Hace mucho que deje de creer en lo divino, en la buena suerte, o en esos absurdos de ser positivo, que las cosas mejoraran, todo eso es mentira, porque si fuera verdad, yo no viviera toda esta desgracia, hace mucho perdí mi trabajo, perdí a mis amigos, perdí a mi esposa y hace poco a mi hija, que apenas tenía 12 anitos de una rara enfermedad.

Ahora solo paso mis días en esta vieja casa solo, ya no salgo nunca, no hablo con nadie, más porque nadie me visita, es como si todo el mundo se hubiera olvidado de mí, vivo deprimido, tal vez demasiado deprimido, he pensado incluso en suicidarme, pero no sé por qué no lo hago…..además, el estar aquí tanto tiempo solo me está empezando a afectar la mente y los sentidos, escucho voces, siento que fantasmas caminan por la casa, si estoy arriba, escucho que alguien abre la puerta, corro a ver y no hay nadie……¿será que me estoy volviendo loco?…..pensaba Ernesto.

-Eso no es lo peor, también veo el fantasma de mi esposa y de mi hija, se aparecen por toda la casa, y me miran fijamente, sin decirme nada, pero donde más las veo es en la puerta de mi habitación, la cual por algún motivo no puedo abrir, y he tenido que quedarme en otras partes de la casa….¿porque diablos no puedo abrir esa puerta?….solo escucho que la ventana está abierta, y cuando hay mucho viento, se escucha un golpe contra la pared, como si el viento estuviera meciendo algo que está adentro y lo golpea contra ella….

Ya no recuerdo el ultimo día que dormí o que comí, es muy raro todo esto, todos esos ruidos me están volviendo loco, y esos susurros, esas voces infernales que escucho por toda la casa, a veces siento como si fueran un grupo de personas que caminan por todas partes, pero no veo a nadie, maldición...a nadie, solo a mi esposa y a mi hija que insisten en que entre a mi habitación….

¿Para qué sigo con vida?

¿Sera mejor acabar con todo esto? …un momento… ¿cuál es mi nombre? ... ¿estoy tan mal que lo he olvidado? …. no…no lo he olvidado…soy Ernesto…bah, qué importancia tiene.

Allí están otra vez esas voces, y esos pasos…ya basta…déjenme en paz…siento que esta vez no me dejaran, subiré y abriré mi habitación, allí están mi esposa y mi hija paradas afuera, el viento esta fuerte, ya estoy aquí, por fin…la puerta se ha abierto…es el momento, acabare con mi vida, ¿pero qué diablos es lo que el viento golpea contra la pared? lo veré enseguida, ……pero...pero…que esto, no puede ser…dijo Ernesto, impresionado por lo que acababa de ver.

Ahora entiendo……todo tiene sentido…estoy en un limbo, esto es lo que mi familia quería que viera…espérenme me voy a reunir con ustedes…se acercan los pasos y las voces que vienen por mi…pero yo estoy desapareciendo, me desvanezco…parece que al final…mi mala suerte fue demasiado para mi…

Fue lo último que dijo Ernesto, mientras su cuerpo se iba desapareciendo, el necesitaba ver lo que había en su habitación, y que tanto le querían mostrar su fallecida esposa e hija, para al fin reunirse con ellas.

Afuera de la casa de Ernesto, había un letrero que decía «Se vende» y diariamente entraban personas interesadas en comprar la casa, que caminaban por todas partes, y susurraban entre ellas, sobre un fantasma que la habitaba y sobre la única puerta de la casa que no habría……la de la habitación de arriba, pero esta vez, estaba abierta, y dentro de ella, verían el cadáver de Ernesto, que ya hace mucho había perdido las esperanzas, con varias semanas putrefacto, ahorcado, colgado del techo y mecerse un poco, si el viento es fuerte.


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La anciana del camino

 


La anciana del camino

 

Mariano se sorprendió un poco cuando las luces de su vehículo iluminaron a una anciana que recorría a pie el camino. 

Se notaba que era una anciana por la figura y por el andar.

Caminaba sumamente lento, medio encorvada.

Se hizo a un lado del camino y, defendiendo sus ojos de la luz del vehículo con una mano temblorosa, extendió el otro brazo, claramente pidiendo una ayuda.

Mariano dudó.

Aquel punto estaba a muchos kilómetros de la casa más cercana, ¿cómo había llegado aquella anciana hasta allí?

Caminando no podía ser, y si alguien la había arrimado en algún coche, ¿por qué la habían dejado allí, en medio de la nada, a esa hora de la noche?

Pero al pensar en seguir de largo, en dejar a una anciana en aquella soledad sólo por desconfianza, se sintió algo avergonzado y frenó, y como ya la había pasado retrocedió un poco.

Se estiró para abrir la puerta y la invitó a subir, e inventó una excusa poco creíble para justificar que no se había detenido frente a ella:

- Buenas noches, señora. Suba. Iba distraído y la noté medio tarde.

- Buenas noches, joven. Le agradezco que parara -dijo la anciana con una voz que sonó bastante extraña, pero Mariano se lo atribuyó a su avanzada edad, algo que era evidente.

Subió con aparente dificultad, pero al cerrar la puerta dio un portazo fuerte, enérgico, y al darse cuenta que fue excesivo se excusó:

- Creí que había que golpearla fuerte, como a los autos de antes.

- Bueno, nunca está de más, es peor que quede mal cerrada -comentó Mariano, y observó a la anciana de reojo. ¿De dónde había sacado tanta fuerza aquella vieja?

Después de un rato de marcha le preguntó:

- ¿A dónde va, señora?

- A donde quiero. Dígame usted, ¿siempre levanta extraños en los caminos? Puede ser peligroso.

- Claro que es peligroso, normalmente no lo hago, pero como usted es una persona de avanzada edad…

- ¿Cree que no soy peligrosa por ser una vieja? -la vieja hizo la pregunta con un tono desafiante.

- No quise ofenderla, señora. Quise decir que no parece ser un asaltante o algo así.

- ¿Y qué parezco? ¿Me parezco a una bruja? ¡Jajaja! Pues lo soy ¡Jajaja… ah!

Al decir eso la apariencia de la vieja se hizo realmente horrible.

Sus rasgos se acentuaron: ahora su nariz caía larga y flácida, su boca se abría desmesuradamente al lanzar la carcajada, y su piel estaba más arrugada y caía en pliegues que se balanceaban bajo su mentón.

Mariano se aterró, pero pensó rápido y aceleró, frenando después bruscamente.

Al no tener puesto el cinturón la bruja salió despedida por el parabrisas.

Después Mariano la vio ponerse de pie de un salto, para seguidamente correr hacia el vehículo como una exhalación mientras lanzaba un grito horrendo de furia.

Entonces nuevamente Mariano reaccionó rápido, y esta vez acelerando evadió a la bruja y la dejó atrás.

Poco después, esa misma noche, una pareja que venía en camioneta se detuvo al ver a una anciana que transitaba a pie el camino.

De la carne al plástico



De la carne al plástico

La vio por primera vez cuando fue de visita a casa de Manuela, una amiguita que estaba muy enferma.

La pálida chica abrazaba muy fuerte una linda muñeca a la que Sofía no podía quitar los ojos de encima.

Unos días después Manuela murió y como regalo por su amistad le dejo la muñeca a Sofía.

La pobre niña no sabía que sentir, aunque regalo le había fascinado, la tristeza por perder a su amiga no le dejaba disfrutar.

En momentos creía que su deseo de poseer la muñeca había causado la muerte de Manuela y la culpa la consumía.

Sobre todo, porque no había alrededor alguien que se preocupa por ella, su propia familia la ignoraba por completo.

A causa de esta soledad, su único refugio fue la muñeca, se convirtió en su compañera, en su amiga, en su todo.

Compartía con ella secretos, miedos, frustraciones y problemas en su entorno.

Y pronto empezaron a suceder cosas muy extrañas, pues todo aquel que le hacia algún mal a Sofía, aparecía muerto, con su rostro destrozado a arañazos.

Ni su propia familia estuvo a salvo de este terrible mal, un día al despertar, se dio cuenta que estaba sola en el mundo, pues sus padres estaban tirados en la cocina ahogados en un charco de sangre.

La pobre niña empezó a llorar y llorar por estar sumida en aquel terrible cuento de terror, en el que todos se marcharon de un modo horrendo, dejándola en el olvido.

Sus lágrimas fueron tantas que terminó dormida sobre la mesa.

Despertó envuelta en llamas, y extrañamente veía que su cuerpo la observaba sonriente mientras se quemaba.

Todo acabó con una muñeca achicharrada, y dos padres contentos por tener de vuelta a su hija, pues aprovechando lo que a Sofía le gustaba la muñeca se la regalaron después de meter ahí el espíritu de su moribunda hija, para que en el momento preciso esta hiciera un intercambio y tuviera nuevamente un cuerpo humano.