De la carne al plástico



De la carne al plástico

La vio por primera vez cuando fue de visita a casa de Manuela, una amiguita que estaba muy enferma.

La pálida chica abrazaba muy fuerte una linda muñeca a la que Sofía no podía quitar los ojos de encima.

Unos días después Manuela murió y como regalo por su amistad le dejo la muñeca a Sofía.

La pobre niña no sabía que sentir, aunque regalo le había fascinado, la tristeza por perder a su amiga no le dejaba disfrutar.

En momentos creía que su deseo de poseer la muñeca había causado la muerte de Manuela y la culpa la consumía.

Sobre todo, porque no había alrededor alguien que se preocupa por ella, su propia familia la ignoraba por completo.

A causa de esta soledad, su único refugio fue la muñeca, se convirtió en su compañera, en su amiga, en su todo.

Compartía con ella secretos, miedos, frustraciones y problemas en su entorno.

Y pronto empezaron a suceder cosas muy extrañas, pues todo aquel que le hacia algún mal a Sofía, aparecía muerto, con su rostro destrozado a arañazos.

Ni su propia familia estuvo a salvo de este terrible mal, un día al despertar, se dio cuenta que estaba sola en el mundo, pues sus padres estaban tirados en la cocina ahogados en un charco de sangre.

La pobre niña empezó a llorar y llorar por estar sumida en aquel terrible cuento de terror, en el que todos se marcharon de un modo horrendo, dejándola en el olvido.

Sus lágrimas fueron tantas que terminó dormida sobre la mesa.

Despertó envuelta en llamas, y extrañamente veía que su cuerpo la observaba sonriente mientras se quemaba.

Todo acabó con una muñeca achicharrada, y dos padres contentos por tener de vuelta a su hija, pues aprovechando lo que a Sofía le gustaba la muñeca se la regalaron después de meter ahí el espíritu de su moribunda hija, para que en el momento preciso esta hiciera un intercambio y tuviera nuevamente un cuerpo humano.


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