El Ojáncanu
El Ojáncanu o conocido también como ojáncano, Tartelo (vasco)
o simplemente Ojanco, es una monstruosa criatura que se desprende de la
mitología cántabra.
Este monstruo además ser protagonista de varias sangrientas historias
es tomado como referente de la maldad, a la cual representa, así como a la
crueldad y brutalidad.
El Ojáncanu es un gigante antropomorfo que tiene como
característica principal su único ojo, muy similar a la descripción de ogro
cíclope, tiene un aspecto descomunal e imponente, tiene el cuerpo cubierto de
largos pelos rojizos, es poseedor de una voz muy grave y una barba de color
blanco.
Se dice que su único punto débil es su ojo, si se logra
hacerle daño en él, el Ojáncanu encuentra la muerte rápidamente.
El Ojáncanu habita en escondidas y lejanas grutas ubicadas
en las montañas, estas cuevas suelen estar tapadas por grandes roca o maleza,
hecho que las hace casi imposible el acceso del ser humano común.
Las leyendas antiguas cuentan que los grandes barrancos y
desfiladeros son obras del Ojáncanu.
También cuentan las leyendas que los Ojáncanus temen a los
sapos voladores, que si uno de ellos lo logra tocar solo le queda pocos minutos
de vida a menos que consigan hoja verde de avellano con la cual realizan un
ungüento mágico y se logran salvar.
También les temen a los búhos y lechuzas. El Ojáncanu se
alimenta de bellotas que recolecta, hojas de acebos, animales pequeños como
murciélagos, golondrinas y maíz que roba a los campesinos o pescados que roba a
los pescadores de la zona.
Pero esta leyenda es célebre por las fechorías que comete el
Ojáncanus, mata animales de granja, destruye puentes y construcciones, rapta
jóvenes pastoras, roba iglesias y siembra el terror por donde pasa.
Pero hay una versión poco difundida en la que se cuenta que
cada 100 años nace un Ojáncanu bueno, el cual ayuda al pueblo de los Ojáncanus
malos.
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