¿Alguna vez conté sobre la vez que hice el amor con un hombre lobo?
Había despertado en una cabaña en el medio del bosque, los rayos del sol entraban por la ventana al igual que el canto de los pájaros y las sabanas cubrían mi cuerpo desnudo.
No recordaba cómo había llegado a ese lugar, traté de incorporarme mientras miraba alrededor, pero sentí un horrible dolor en el hombro que me hizo gritar de agonía.
–No te levantes –dijo una voz suave y masculina– tus heridas aun no sanaron.
Me gire para enfrentar los ojos verdes más intensos que jamás había visto
–Estabas en el Baile de Máscaras, ¿Qué me paso?, –Pregunte–
-Cuando te fuiste del baile te seguí para hablarte, pero cuando estábamos en lo más profundo del bosque un gran lobo apareció de la nada y te ataco, –me dijo aquel hombre–, lo vi todo, la bestia te lastimo el hombro y rompió gran parte de tu vestido
–Es cierto, ahora me acuerdo, –conteste–
–Logré ahuyentarlo, pero quedaste muy lastimada, te desmayaste debido al dolor y te traje para curarte, –dijo el hombre de ojos verdes–
–Gracias, –le dije–
Me acaricio el pelo y la cara, no pude hacer más que rendirme ante su toque
–Estas a salvo conmigo, lo importante ahora es que recuperes tus fuerzas, duerme, –me tranquilizo–
Cerré mis ojos, encantada por su suave voz y sus cálidas manos.
Desperté luego de unas horas, la luz de la luna iluminaba la habitación.
Él estaba durmiendo a mi lado con su torso desnudo.
Sus músculos definidos, captaron inmediatamente mi atención.
Ansiosa por sentirlo, estire mi mano para tocar sus abdominales y su pecho.
Las sabanas lo cubrían hasta la cintura, el aroma a pasto mojado se impregnaba en su piel también mojada por el calor y la humedad de esa noche, su pecho crecía con cada bocanada de aire que respiraba.Todo esto hizo que mi cuerpo temblara.
Él era hermoso.
Mis labios empezaron a recorrer todo su ser junto con mis manos.
Mientras besaba su cuello también tocaba el resto de su cuerpo.
Sus hombros, sus brazos, sus pezones erguidos.
Quería descubrir su cuerpo, conocer cada parte de él, pero cuando estuve a punto de revelar lo que estaba oculto una fuerte mano me detuvo, causando que mi cuerpo se tensara.
–¿Qué estás haciendo? –dijo incorporándose–
–Lo lamento, –dije avergonzada–
–Nunca vuelvas a hacer eso, –me contesto el–
–No creí que fuera tan grave –sus ojos verdes se quedaron mirándome, fijos, penetrantes– juro que no va a volver a suceder.
–Cómo está tu hombro?, –me pregunto–
–Todavía duele mucho, –le dije–
–Déjame ver –dijo–, se acercó para ver mi herida, al notar que todavía no había cicatrizado por completo comenzó a acercarse más, olfateando la herida y con mirada hambrienta.
De repente, empezó a lamer la parte lastimada.
–Qué estás haciendo?, –pregunte sorprendida y excitada–
–Nada, no importa, vuelve a dormir, –contesto–
Esto último me resulto me resulto muy extraño pero excitante.
Por primera vez sentí su lengua contra mi piel.
Desperté a la mañana siguiente sintiéndome mucho mejor.
El día era muy agradable, los pájaros cantaban, los arboles estaban teñidos de un color
verde vivo y se combinaban perfectamente con el calor primaveral.
Note que estaba sola dentro de la cabaña, aquel apuesto hombre se había ido.
Fue muy amable y cálido, me salvo la vida y me cuidó todo el día de ayer.
Agradecerle todo era lo más correcto, así que me cubrí con la sabana y salí a buscarlo.
Lo encontré afuera, sentado a un costado de la casa, me dispuse a ir a saludarlo
pero cuando estaba por acercarme note algo muy extraño...
Tenía un pedazo de carne cruda en sus manos.
Empezó a devorarlo como si nunca hubiera comido, la sangre manchaba sus labios y caía por su mentón hasta su pecho, clavaba sus dientes en aquella porción con gran voracidad, saboreando cada bocado. mientras gemía de placer
En vez de horrorizarme me sentí fascinada por esta especie de doble naturaleza, hasta el punto de no poder apartar la mirada de la escena.
Comencé a sentirme realmente excitada, sentía un calor agobiante que recorría todo mi cuerpo y mis
piernas comenzaron a temblar.
No pude evitar soltar un gemido que causo que se sobresaltara.
Miró para donde yo estaba con una mezcla de enojo y temor, se incorporó y se me acercó amenazante.
–¿No te enseñaron que es de mala educación espiar a los demás?, –me dijo enfadado–
–Perdón, no quise interrumpirte, te quería dar las gracias, fuiste muy amable –le dije mientras vi que suspiraba aliviado y relajó sus hombros–
–Era lo menos que podía hacer, estabas herida, en el medio del bosque, –dijo quitándole importancia al hecho–
–De todas formas, te debo mi vida, ¿cómo puedo recompensarte?, –le pregunte–
–Eso no es necesario –dijo–
Lo note muy nervioso y pálido.
–¿Estás bien?, –le pregunte–
–Sí, sí. Estoy bien, ya está por anochecer, será mejor que entremos, –me ordeno–
Una vez adentro, me senté en la cama.
No había tenido la oportunidad de mirar con atención aquel lugar.
Solo contaba con una sala de estar, donde se encontraba la cama, un par de muebles y un pequeño cuarto de baño.
Era tan rustica y pequeña que era casi sofocante, pero a la vez era íntima y acogedora, como una prisión de la cual no quería escapar.
De pronto mis ojos se centraron en hermosa criatura que se encontraba frente a mí, limpiando la sangre de sus perfectos músculos.
Una vez más caí bajo su hechizo, sintiéndome atraída por todo su ser.
Sin decir una palabra, me saque la sabana del cuerpo y me acerque lentamente.
Sus ojos me miraron con deseo.
Cuando nuestros cuerpos estuvieron perfectamente cerca, pasé mi dedo índice por sus labios para después acariciar su pecho y mientras acercaba mis labios a los suyos rogando un beso pude sentir como se ponía duro como una roca.
Su sangre hirvió, me tomo de la cintura y me acostó sobre la cama mientras profundizaba el beso.
Comenzó a dominar, mordiendo mis labios fuertemente, sin dejarme respirar.
Bajo por mi cuello respirando agitado, besándolo y mordiéndolo mientras yo gozaba
con cada uno de sus besos y le pedía más, separando mis piernas y arqueando mi espalda.
De repente, él se apartó y se sentó en el borde de la cama de espaldas a mí.
–¿Qué pasa?, ¿estás bien? –pregunte sorprendida–, se levantó y se fue enojado de la cabaña.
– ¡Espera!, –le grite–,
Confundida, salí corriendo a buscarlo.
Algo lo había molestado terriblemente y quería saber que había sido.
Tal vez mi comportamiento lo había ofendido.
Después de un rato buscándolo, llegue hasta un claro iluminado por la luz de la luna, donde
él estaba de pie en el centro.
Suspiré y sonreí, aliviada por haberlo encontrado, pero cuando cayó al suelo convulsionándose, mi corazón se detuvo.
Antes de poder ir en su ayuda, tomó la forma de un animal, un lobo de proporciones inmensas...
El mismo de la otra noche.
Aulló a la luna, la sangre se me helo, estaba realmente aterrada.
Miró hacia donde estaba sorprendido y comenzó a acercarse, lo único que pude hacer fue retroceder nerviosa, pero adopto su forma humana otra vez, mostrando su cuerpo desnudo.
–No me temas –acarició mi mejilla cariñosamente–, lo lamento, estoy seguro de que tienes muchas preguntas.
–¿Por qué me atacaste?, –pregunte–
–La energía de la luna llena dura tres días, durante los primeros dos la transformación es más difícil de controlar y el instinto puede traicionarte, –me explico–, necesitaba poseerte, llevarte conmigo, pero cuando me rechazaste perdí la cordura... Nunca quise lastimarte, créeme.
Me saco el pelo de la cara y me beso con deseo y pasión.
Me rodeo con sus brazos y me acerco hasta él, me recostó sobre la hierba mientras una de sus manos me acariciaba el muslo.
Empezó a bajar por mi cuello, olfateando mi aroma femenino, hasta mi pecho, donde empezó a
acariciar con su lengua mis pezones endurecidos, y luego hasta el medio de mis piernas, donde me hizo gemir de placer mientras las separaba.
Me miro y me dedico una sonrisa lasciva.
–¿Esta lista para complacer a tu lobo?, –dijo con fantástica perversión–
–Sí –le dije con la respiración entrecortada–
Me dio vuelta hasta que me sostuve con mis manos y mis rodillas y su gran sexo me lleno completamente con una mezcla de placer y dolor.
Ambos gemíamos mientras mi lobo me tomaba ferozmente y yo le pedía más.
Después de unas embestidas más, mi lobo acabo dentro de mí mientras mis muros se cerraban.
Agotados, nos recostamos sobre el pasto, el pasaba sus dedos por mi espalda mientras yo acariciaba su pecho.
–No quiero que estemos ni un momento separados, –dijo con aquella voz sensual–
–Por supuesto que no, soy tu lobo ahora, –le confirme–, te voy a proteger y vamos a vivir juntos en lo profundo del bosque.
Notó que me había quedado dormida en sus brazos, me alzó y me llevo a la cabaña.
Me recostó en la cama y después de un tierno beso se durmió junto a mí.
A. MIRALLES
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